PORTA
FIDEI
“La puerta de la fe”. (cf. Hch
14,27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su
Iglesia, está siempre abierta para
nosotros. (Porta
Fidei, 1).
Así comienza la Carta Pastoral de Benedicto
XVI, escrita y dirigida a todos los
fieles con razón del proclamado Año de la Fe. La fe es un Don de Dios que se
alimenta día tras día con su Palabra, la
oración, la celebración de los
Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía. La fe se hace vida cuando amamos a
nuestros semejantes, la fe hemos de transmitirla en
nuestro ámbito familiar y social con nuestro ejemplo, no podemos decir, tengo fe y dejar que cada cual se
las arregle como pueda. Cada momento de
nuestra vida debe manifestar cómo es nuestra fe: puede ser una fe superficial o
una fe profunda y sincera que llene toda nuestra vida, que podamos dar razón de ella recibiendo
formación permanente. La fe se
manifiesta por medio de nuestras obras. En un mundo en el que estamos viviendo
una crisis de fe, urge que los
cristianos seamos consecuentes y no nos avergoncemos de confesarnos católicos. Nuestra misión es evangelizar, cada cual con los talentos recibidos, cada uno allí donde el Señor le llame. A nosotros, como miembros de las Hermandades, el Señor nos pide que evangelicemos en nuestra Hermandad, intensificando en los
tiempos fuertes litúrgicos, nuestra oración, nuestra penitencia y nuestra limosna, proyectada hacia nuestros hermanos más desfavorecidos. No sólo de
los necesitados materialmente, también de los necesitados espiritualmente. La
gente tiene hambre de Dios y no lo sabe, somos nosotros, los llamados, los
enviados a transmitir la Buena Noticia.
En este tiempo tan
entrañable para los católicos, hemos de
intensificar nuestra fe y cristianizar el ambiente. No podemos permitir que se convierta en una
fiesta popular. Lo que conmemoramos es un suceso histórico. Jesús de Nazaret, Hijo único de Dios, nacido de la virgen María, por obra y gracia del Espíritu Santo, padeció escarnio y tortura y murió en la cruz
como un vulgar ladrón para redimir a todos los hombres; al tercer día resucitó y después de cincuenta
días de estar entre nosotros, ascendió
al cielo. Este mismo Jesús vendrá con
poder y gloria al final de los tiempos. Así
está escrito por testigos presenciales,
esta es nuestra fe. (Mt, 28,
16-20). Nuestra Semana Santa es
año tras año, una catequesis exhaustiva tanto para nosotros, como para los que no creen o no conocen a Jesús. Una ocasión magnífica que debemos
aprovechar. Es hora de revisar nuestra
fe: ¿cómo vivo mi fe? ¿Es mi fe superficial? ¿Es mi fe sincera? ¿Mi vida guarda
coherencia con la fe que profeso? Hemos de preguntarnos si de verdad somos
creyentes, con todas las consecuencias
que conlleva creer. Como a los
Apóstoles, Jesús nos pregunta: (¿Y
vosotros, quien decís
que soy yo? S. Lucas, 9,20). Cada cual tendrá su respuesta, la respuesta de Pedro fue: (“El Mesías de Dios”). (S.
Lucas, 9, 20).
“A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio
insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran
contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y
desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida lo segundo debe suscitar en cada uno un
sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro
de todos.”). (Porta Fidei, 13).
Mª Dolores
Agustí Valero. Hermandad de la Oración
del Huerto