jueves, 28 de febrero de 2013

Artículo de Mª Dolores Agustí Valero para la revista de la Semana Santa Torrent 2013


PORTA  FIDEI

          “La puerta de la fe”. (cf. Hch 14,27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. (Porta Fidei, 1).

          Así comienza la Carta Pastoral de Benedicto XVI, escrita y dirigida a todos los fieles con razón del proclamado Año de la Fe. La fe es un Don de Dios que se alimenta día tras día con su Palabra, la oración,  la celebración de los Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía. La fe se hace vida cuando amamos a nuestros semejantes, la fe hemos de transmitirla en nuestro ámbito familiar y social con nuestro ejemplo, no podemos decir, tengo fe y dejar que cada cual se las arregle como pueda. Cada momento de nuestra vida debe manifestar cómo es nuestra fe: puede ser una fe superficial o una fe profunda y sincera que llene toda nuestra vida, que podamos dar razón de ella recibiendo formación permanente. La fe se manifiesta por medio de nuestras obras. En un mundo en el que estamos viviendo una crisis de fe, urge que los cristianos seamos consecuentes y no nos avergoncemos de confesarnos católicos. Nuestra misión es evangelizar,  cada cual con los talentos recibidos,  cada uno allí donde el Señor le llame.  A nosotros, como miembros de las Hermandades, el Señor nos pide que evangelicemos en  nuestra Hermandad, intensificando en los tiempos fuertes litúrgicos, nuestra oración, nuestra penitencia y nuestra limosna, proyectada hacia nuestros hermanos más desfavorecidos. No sólo de los necesitados materialmente, también de los necesitados espiritualmente. La gente tiene hambre de Dios y no lo sabe, somos nosotros, los llamados, los enviados a transmitir la Buena Noticia.
  
          En este tiempo tan entrañable para los católicos, hemos de intensificar nuestra fe y cristianizar el ambiente. No podemos permitir que se convierta en una fiesta popular. Lo que conmemoramos es un suceso histórico. Jesús de Nazaret, Hijo único de Dios, nacido de la virgen María, por obra y gracia del Espíritu Santo, padeció escarnio y tortura y murió en la cruz como un vulgar ladrón para redimir a todos los hombres; al tercer día resucitó y después de cincuenta días de estar entre nosotros, ascendió al cielo. Este mismo Jesús vendrá con poder y gloria al final de los tiempos. Así está escrito por testigos presenciales,  esta es nuestra fe.  (Mt,  28,  16-20). Nuestra Semana Santa es año tras año, una catequesis exhaustiva tanto para  nosotros, como para los que no creen o no conocen a Jesús. Una ocasión magnífica que debemos aprovechar. Es hora de revisar nuestra fe: ¿cómo vivo mi fe? ¿Es mi fe superficial? ¿Es mi fe sincera? ¿Mi vida guarda coherencia con la fe que profeso? Hemos de preguntarnos si de verdad somos creyentes, con todas las consecuencias que conlleva creer. Como a los Apóstoles, Jesús nos pregunta: (¿Y vosotros, quien decís que soy yo? S.  Lucas,  9,20). Cada cual tendrá su respuesta, la respuesta de Pedro fue: (“El Mesías de Dios”). (S.  Lucas, 9,  20).
  
           A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.”). (Porta Fidei,  13).


Mª Dolores Agustí Valero.  Hermandad de la Oración del Huerto