miércoles, 18 de febrero de 2015

MÍERCOLES DE CENIZA


Hoy no es un miércoles como cualquier otro. Hoy los cristianos celebramos el Miércoles de Ceniza y el inicio de la Cuaresma. ¿Qué significa esto?.

Hoy recibimos la señal de la cruz, mientras el ministro dice: “Conviértete y cree en el Evangelio” e iniciamos un camino, de reflexión, de sacrificio y de preparación para poder vivir la Semana Santa de manera intensa.

El Papa Francisco ha señalado que “la conversión del corazón” es la principal labor que un cristiano debe afrontar durante la Cuaresma. Emprendemos un camino que durante cuarenta días nos llevará a salir de nosotros mismos para encontrarnos con los demás y finalmente con Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación. Este es el verdadero sentido de la oración, el ayuno y la limosna que todo católico debe practicar en estos días.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»